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miércoles, 8 de junio de 2011

SOBRE NIÑOS, LINCES, COFRADES Y OBISPOS

Se hablaba mucho, en los días preprimaverales del 2009, de la campaña del bebé en peligro de extinción, al que se comparaba con el lince ibérico. todo bien visible por televisión, en los periódicos, en gigantescos carteles a lo largo y a lo ancho de todo el territorio nacional. Hasta en las hojas parroquiales. Las cofradías de Sevilla organizando campañas anti-aborto. El tema tiene miga, válgame Dios. ¿Pero quién se han creído que son? ¿Es que se fuman las encíclicas del Vaticano? ¿No tienen bastante con irse de putas en semana santa, entre procesión y procesión, entre borrachera y borrachera, entre besapiés y besamanos, entre bautizo y bautizo, entre bodorrio y bodorrio, entre estafa y estafa? Debe de ser la crisis; pero una crisis de neuronas. Una crisis de encefalogramas planos. Desde luego, los ideólogos de la Conferencia Episcopal, empezando por el aguililla sombría de R.V, deben de haberse pasado con el frasco de Ribera del Duero bendito en uno de esos banquetes que se dan de vez en cuando -y que rematan en alguna casa de niñas a las que supongo que les rogarán encarecidamente que no utilicen condón-, para dar ejemplo a las familias que no llegan a fin de mes ni a tiros o acaban dándose una vueltecilla por Cáritas mientras Sus Ilustrísimas les encargan copones de plata repujada con zafiros a algún joyero de Córdoba con cuenta en Cajasur, que como es bien sabido, es un banco de lo más laico. Tanto, que hay ex alcaldes socialistas que se han calzado la sotana ideológica, todo sea por una pasta gansa a fin de mes. La Iglesia habla, respecto de los niños ibéricos en peligro de extinción, de crisis moral, de crisis de valores, de crisis de fe. Lo dicen asiduos practicantes de la doble o triple moral, a los que los valores del Banco Vaticano les van de puta madre, y subiendo, y que no tienen más fe que el dinero. Crisis. Lo que hay es una crisis de desvergüenza como una deflagración atómica, y eso lo sabe hasta el cura de mi parroquia, quien me dice que aunque mi alma está condenada por escribir en un castellano demasiado claro y además no vaya a misa ni borracho, en el fondo soy buena persona. Y en cuanto al bebé del anuncio, mejor que se extinga. Al fin y al cabo en este mundo sobra gente, empezando por obispos sinvergüenzas y cofrades trincones que se meten donde nadie los ha llamado: los mismos que que luego apelan a la libertad de expresión para defender sus ideas son los mismos que desearían ver amordazada toda libertad de expresión. Y encima hay que soportarlos en semana santa, con tambores y trompetas e insignias en la solapa del traje y apestando a manzanilla de Sanlúcar. Que se lo digan si no a las santísimas putas, que conocen muy bien aquel adagio gallego: "Carallo teso non cree en Deus".

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