Apreciemos, sin vértigo, la extensión de mi inocencia.
-ARTHUR RIMBAUD-
In memoriam Antonin Artaud
Con sus paredes húmedas de llanto
sus pensiones con olor a acelga retestinada
donde se suicida una puta heroinómana cada noche
y un ladrón cuenta con manos temblorosas y manchadas de sangre
los billetes
con sus farolas temulentas alumbrando aceras desiertas
mientras pasan los coches
los coches
los coches
la locura
Con sus titulares cansinos de cada mañana
sus páginas de sucesos repetitivos
su náusea de anuncios clasificados como calles sin salida
sus botellas vacías rodando bajo camas desechas
sus telarañas en las esquinas
sus neones de la muerte
sus neones de la muerte
sus neones de la muerte
la locura
Con sus violines de tiniebla irredenta
su cielo sarcástico enguirnaldado de estelas
sus condones usados tirados entre las rosas
su lluvia cayendo en lentos arpegios sobre la fronda
su gato tuerto en el tejado
sus mareas depositando en la playa cadáveres de bebés
cadáveres de bebés
cadáveres de bebés
la locura
Con sus ojos vacíos
su sonrisa extraterrestre y sin embargo
su cortejo fúnebre con plumas negras
su herencia de desastres iterativos
su desparpajo de proxeneta borracha hasta las cejas
su cara de taxista con úlcera de estómago
sus periódicos amarillentos como el sol de la fatiga
su cancioncilla
su cancioncilla
su cancioncilla
la
locura
Con su calva de político pederasta
su oración del inocente encerrado en la cárcel
su caterva de jueces masticadores de carne putrefacta
su panoplia de banqueros rezadores puteros asesinos
su página web de la memez más irreductible
su boxeador en el alambre haciendo sombra bajo las estrellas
su guerra cotidiana por un chusco de pan en los albergues
su fajo de billetes de quinientos en manos del obispo
con su sartén quemada
con su sartén quemada
con su sartén quemada
la
locura
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