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lunes, 4 de julio de 2011

UNA PRIMA MÍA DE TUDELA

Apreciemos, sin vértigo, la extensión de mi inocencia.

-ARTHUR RIMBAUD-



In memoriam Antonin Artaud





Con sus paredes húmedas de llanto

sus pensiones con olor a acelga retestinada

donde se suicida una puta heroinómana cada noche

y un ladrón cuenta con manos temblorosas y manchadas de sangre

los billetes

con sus farolas temulentas alumbrando aceras desiertas

mientras pasan los coches

los coches

los coches

la locura



Con sus titulares cansinos de cada mañana

sus páginas de sucesos repetitivos

su náusea de anuncios clasificados como calles sin salida

sus botellas vacías rodando bajo camas desechas

sus telarañas en las esquinas

sus neones de la muerte

sus neones de la muerte

sus neones de la muerte

la locura



Con sus violines de tiniebla irredenta

su cielo sarcástico enguirnaldado de estelas

sus condones usados tirados entre las rosas

su lluvia cayendo en lentos arpegios sobre la fronda

su gato tuerto en el tejado

sus mareas depositando en la playa cadáveres de bebés

cadáveres de bebés

cadáveres de bebés

la locura



Con sus ojos vacíos

su sonrisa extraterrestre y sin embargo

su cortejo fúnebre con plumas negras

su herencia de desastres iterativos

su desparpajo de proxeneta borracha hasta las cejas

su cara de taxista con úlcera de estómago

sus periódicos amarillentos como el sol de la fatiga

su cancioncilla

su cancioncilla

su cancioncilla



la

locura



Con su calva de político pederasta

su oración del inocente encerrado en la cárcel

su caterva de jueces masticadores de carne putrefacta

su panoplia de banqueros rezadores puteros asesinos

su página web de la memez más irreductible

su boxeador en el alambre haciendo sombra bajo las estrellas

su guerra cotidiana por un chusco de pan en los albergues

su fajo de billetes de quinientos en manos del obispo

con su sartén quemada

con su sartén quemada

con su sartén quemada

la

locura

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