A Laura Poveda Herrero
Arde el fuego en la cercana chimenea
mientras paladeo el cálido vino
de los años. Tengo
tanto que agradecerte
mientras afuera las calles alfombradas de nieve
en la oscuridad, bajo la luz de las estrellas
me recuerdan desiertos de tiniebla
a los que sobreviví,
el frío de mis huesos sin consuelo,
el olvido como larga autopista de peaje
donde me fui dejando las entrañas.
Bajo este mismo techo concibimos una hija
que nunca nacería,
lloramos escuchando a Mark Knopfler
mientras nos recitábamos poemas,
ardimos como arden los dioses de la juventud,
sin piedad de la escarcha, libertarios,
puros como el amor
cuando merece el nombre.
Ya cada amanecer se puebla de presagios
y me duele la espalda,
pero esta noche siento que aún te debo un verso,
inolvidable amor,
flor perfecta que aún arde en mi memoria,
profunda, inacabable piel del alma,
indestructible escudo contra el mundo.
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