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jueves, 16 de junio de 2011

NOTAS A PIE DE PÁGINA

The basic fact about human existence is not that it is a tragedy,

but that it is a bore.



-HENRY MENCKEN-









He dejado el trago duro

como se deja a una amante conflictiva

con la que cada orgasmo -y fueron muchos, y brutales-

era la antesala del infierno.

Ya no profano los neones idiotas de la noche

con sonetos a lo Baudelaire;

no me gusta lo que muestran los espejos

de los tigres

(en los que Borges no podía verse)

ni me atrae ya la dialéctica de las zorras con minifalda

a las que perseguía con la devoción

del que persigue a sus musas.

Qué novedad:

me estoy haciendo viejo.

Pero he cambiado el whisky por un búnker con grietas

por donde se me cuela la guardia civil, la realidad

con su tufo a juzgados, a dinero,

carnets de conducir, parientes gilipollas,

catetos que me señalan por la calle

diciendo

ahí va el Escritor, el Poeta,

como si esto de cagarse en Dios en cuatro idiomas

(mas uno que me invento sobre la marcha)

fuese un acontecimiento.



Mientras tanto,

ellos siguen recogiendo verdura en sus parcelas.

vendiendo muebles, revistas, cerveza, ladrillos, pintura,

accesorios, camisas a rayas, ideología barata,

bisutería,

follándose a una puta cada sábado en el pueblo de al lado

y desollando vivos a todos los vecinos

a sus espaldas.



C´est la vie.



Pero no hay libros de Cioran en la biblioteca.

Y es un hecho que añoro la vorágine,

que me la chupen a dúo en un hotel de Madrid,

los caminos rurales de las Alpujarras,

el fuego en la chimenea donde asábamos carne

y freíamos huevos y patatas a las

seis de la mañana mientras el vino

circulaba

como circula la sangre de la buena amistad,

Juanjo, Santiago, Christian, Francisco Blanco, toda

la rueda humana

que gira en mi memoria negra de bombardeos.

Nunca estuvimos tan vivos como entonces,

y a veces me pregunto

-pues no tengo constancia-

a qué casas de putas los habrán llevado sus pasos,

qué hipotecas, qué hijos, qué mujeres, qué sueños rotos

-y sospecho que son muchos-

los afligen.



Yo hace ya mucho tiempo

que decidí ser huérfano de hijos

en mi vejez, que decidí

no sacarme el carnet de conducir

ni volver a trabajar en hostelería

ni en nada que no fuese este campo de niebla

tan gratamente mío que es la literatura.

Veremos a dónde me lleva

este oficio de vagos perdularios y antisociales,

que decía mi abuela

y algún que otro fascista escribidor de discursos.

De momento, soy el referente literario

de mis perros,

la mancha humana de una familia

que nunca tuvo huevos de dormir bajo las estrellas

más que nada por una cuestión

de incomodidad. La calle

no es lo suyo. La calle

es para lucir modelitos

y coche nuevo, probidad social,

novios para las niñas

y la fachada de la casa.

Sobre todo la fachada de la casa.

Estos son los chupapollas que lo sancionan todo,

como cretinos de pueblo,

pero con estudios.



Ah, los estudios.



Mi hermana licenciada en sociología

teniendo que buscarse la vida como camarera.

Mi amigo Christian,

licenciado en Derecho,

trabajando a los cuarenta años como chico de los recados

para una caja de ahorros.

Dani Fernández,

licenciado en Arquitectura,

pelando cebollas en la cocina de un restaurante

de Palma de Mallorca.

Carolina, la dulce Carolina,

licenciada en Informática y capaz

de reventar la base de datos

del Banco Central Europeo,

pariendo hijos, bebiendo ginebra

a escondidas

y estrellada contra las paredes

de su casa

por un cabrón ex miembro del Opus Dei.

Y yo vigilado por la policía agropecuaria

del lugar donde resido:

igual se creen que soy traficante de drogas

porque trabajo desde casa

y tenemos Canal Plus.



Qué bonito.



Menos mal que, aunque en invierno

me duelan las rodillas,

aunque todo sea tedio fuera de estas paredes

y eche de menos los bosques de Irlanda,

las tabernas de Galway y Dublín

y el Pirineo navarro,

las noches de Madrid y de Sevilla

y hasta la Muy Excelentísima y Soplapollesca Universidad

de Granada,

me sobra material para escribir

y el azar aún no lo ha abolido todo

con un golpe de dados.

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