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jueves, 16 de junio de 2011

TALBOT STREET

A qué puerto he venido a dar con mis huesos;

esta niebla solemne como un sacerdote

levantando un copón de plata repujada

en calles de tranvías y rostros esquinados,

con la llovizna lenta como el violín tañido

por el músico de boina de negra de la esquina,

insistente, insistente como el viento

y las sirenas distantes de los ferries.



Dublín. Estoy solo como una jarra de stout

sobre la barra del pub

en honor del amigo ausente

al que se dio sepultura hace dos días.

Frente al Café Kylemore

la estatua de James Joyce, criando moho

como sus obras en las bibliotecas.

Dicen que aquí el verano es corto

como las entendederas de un campesino

del condado de Kerry.

Pero qué sabrán ellos.

Voy a tocar la guitarra en esa esquina

mientras las multitudes se apresuran,

sin esperar piedad.

Y ojalá que el sol brille en mis monedas.

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