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martes, 14 de junio de 2011

LA NIEBLA DE DUBLÍN

Las gaviotas entienden mucho de barcos

y desperdicios,

como el respetable ciudadano de grandes almacenes

donde quemar sus sueños con tarjeta,

como el desposeído de cubos de basura

y cajeros automáticos propicios

mientras nieva sobre los tejados

de la buena gente que duerme o rumia sus cuitas

con la calefacción a tope.

Los poetas escriben sobre la inmisericordia de los espejos

y la trascendencia metafísica del ombligo.



Este Dublín infame del insomnio

velado por la Garda,

esta noche sin fin de hospitales y llovizna

y petaca en el bolsillo

y hambre y desconsuelo, este Dublín

de noches cerradas con apóstrofes de niebla

y parques tenebrosos tras las verjas de hierro

y nadie

donde chillan las gaviotas y el tiempo se detiene en cada bostezo

y la sangre que corre por las venas

es un rumor de sombras sin propósito.



Ni el recuerdo de tus manos me calienta.

Grafton Street es un desierto helado

de pubs cerrados y navajeros en cada esquina

que ofrecen cigarrillos

a la luz temulenta de farolas solitarias.

No hay esperanza, baldosa tras baldosa,

no hay esperanza ni refugio,

la noche es un folio en blanco quemado por la lluvia

mientras las gaviotas, que entienden mucho

de barcos

aguardan que amanezca entre las grúas del puerto

y el cadáver de una mujer flota Liffey abajo.

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