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viernes, 11 de junio de 2010

DUBLÍN

Apurada sea la noche de las botellas en el alto maderamen de la tentación

- PAUL CELAN-



Ships that pass in the night, and speak each other in passing;
Only a signal shown, and a distant voice in the darkness.
So on the ocean of life, we pass and speak one another;
Only a look and a voice, the darkness again, and silence

-HENRY W. LONGFELLOW-




1


Las sirenas de los barcos atronaban desde el puerto
y las luces a lo lejos eran como las luces
de un oasis inalcanzable
el cielo era como el ojo de una tormenta
las flores en los parques trasudaban
el licor negro del insomnio
y el Liffey era como el Leteo partiendo mi alma en dos

yo era una sombra andrajosa que se moría de sueño
errando por Eccles Street Dorset Street Lower
Temple Street Hill Street Parnell Street
entre casa bajas de piedra rojiza y jardines agostados
o viviendas de un estilo georgiano pretencioso
y no sabía donde estaba la biblioteca pública
después de pasar la noche en una silla de ruedas en la sala de observación
del Mater Misericordiae Hospital
oyendo gritar a una vieja enganchada a una bombona de oxígeno
que quería un cigarrillo un cigarrillo un cigarrillo por favor

fuera de la sala de espera por la que tuve que pasar
había un cenicero abarrotado
del que yo recogía colillas a medio fumar
en una especie de patio rodeado de lúgubres edificios de oficinas
mientras un drogadicto en pleno mono le gritaba a los guardias de seguridad
y una mujer de rostro abotargado que olía a queso rancio
dormitaba en las sillas de plástico
aquellas sillas de plástico
que tenían mucho de potro de tortura
con una incomodidad estudiada
como si el horror de estar en un hospital
de arquitectura diabólica
no fuese suficiente

las noches más largas del mundo
en la ciudad de Brendan Behan y Joyce
Dublín norte
no había habitaciones libres en ninguna parte
las calles eran un hervidero
la sinfonía chirriante de las gaviotas sobre los altos edificios
del Burgh Quay
el traqueteo del tren elevado sobre el río
todas las entradas de las casas tenían verjas con punta de lanza
casitas blancas inmaculadas de estilo georgiano
junto al río ondeaban las banderas multicolores
de todos los condados de Irlanda
y yo me lavaba la cabeza cagaba me peinaba
en los sótanos de la estación de autobuses de Store Street
a cuyas puertas siempre había gente pidiendo
pidiendo algo de cambio
pidiendo cigarrillos
pidiendo milagros
pidiendo cualquier cosa
Talbot Street era un hervidero de bares polacos
y en un pequeño pub de Sean MacDermott Street
junto a la tumba del Venerable Matt Talbot
pedí una cerveza y me la sirvieron a regañadientes
(había unos músicos tocando el fiddle)
porque tal vez pensaron que yo era norirlandés

vivía en un estado de estupor permanente
y con un puñado de poemas escritos en inglés en el bolsillo
aunque encontré gente amistosa

en un pub llamado Kate´s Cottage
un calvo bizco con gafas que olía a sudor
llamado Michael
me ofreció su casa para dormir (“sólo por una noche”, dijo)
y caminamos hasta Poplar Row
un grupo de apartamentuchos frente a Fairwiew Park
cruzando el Royal Canal de aguas limosas
y hablamos durante horas en su apartamento
barato
tenía un perro al que debí caerle bien
(“eso no es muy usual”, dijo Michael)
y bebimos té y dormí en su sofá
y afuera quedó la noche de un Dublín enigmático
bajo las estrellas nórdicas de Irlanda

al día siguiente sacamos al perro a pasear por Fairwiew Park
y me empapé de barro los zapatos en el césped inundado de rocío
más verde que he visto en mi vida

luego nos despedimos y nunca volví a saber nada
de aquel hombre generoso feo calvo bizco y
solitario
que me salvó la vida

yo apenas tenía dinero en metálico
pero llevaba una Visa sin fondos
que funcionaba en los datáfonos de algunos sitios y en otros no
pedía cambio en algunos sitios para tabaco
y decía que me pasaran la tarjeta
y de vez en cuando yendo de un sitio a otro obtenía bastantes monedas
una vez me junté con más de doscientos cincuenta euros en calderilla
nunca me faltó la comida
en sitios como Doyle´s (Fleet Street)
y cada día era como un viaje de exploración

no tenía donde darme una ducha
pero en un restaurante libanés de Parliament Street
que hallé por casualidad
me comí los langostinos más grandes que he visto en mi vida
mientras una chica rubia de ojos azules
una auténtica jaquetona irlandesa de tetas enormes
me ofrecía el espectáculo de la danza del vientre
en un revuelo de sedas y lentejuelas

yo bebía dobles de Jameson y comía langostinos
y fue cliente asiduo durante bastantes días
era un refugio tranquilo donde mi tarjeta funcionaba
casi estuve a punto de pedir trabajo allí
al fin y al cabo mi idea había sido
quedarme en Irlanda una buena temporada
Junto al puente de O´Connell le regalé un paquete
de tabaco a un mendigo barbudo
que no hablaba pero al menos me dio las gracias
con una inclinación de cabeza
me interné por las callejuelas de Temple Bar y estuve escuchando a una chica que tocaba a Vivaldi en su violín
y cuando me acerqué para darle un billete de diez euros
descubrí que era de Tenerife
y los dos nos reímos
y quise invitarla a tomar algo pero me dijo
que no que tenía que irse

lástima

pero el Temple Bar siempre estaba lleno de españoles
e invité y fui invitado a muchas cervezas
encontré a unos estudiantes de Cádiz con los que acabé la noche
en un night club bastante canalla de Crown Alley cercano al río
pero allí mi tarjeta no funcionaba y tuvieron
que pagar ellos. Yo ya había pagado tres o cuatro o cinco rondas
en otro sitio
y me dijeron
no te preocupes pisha
creo que estudiaban en el Trinity College
unos chavales simpáticos
y como dicen algunos ingleses de los españoles
con todo el sol del mundo
en la mirada

pero no creo que hubieran entendido mi situación
porque al fin y al cabo ni yo mismo la entendía
Dublín no es un buen lugar para andar solo
y sin dinero
y en toda gran ciudad hay calles peligrosas de noche
barrios sin esperanza ni misericordia
como en cualquier otro lugar
barrios donde cada sombra oculta una amenaza

pero lo peor era el insomnio
un insomnio tenaz
espeso como la tierra húmeda de los cementerios
rugiente como el mar de Irlanda
sólo el whisky me mantenía despierto
FUCK OFF GOD
REMEMBER 1916
Rezaban los grafittis en calles recónditas
y en un pub que no recuerdo un viejo con
boina me dijo
Si el odio pudiera embotellarse y venderse
(a su hijo lo mató un soldado británico en una calle de Belfast)
Irlanda sería el país más rico de Europa
y ríete tú de la familia Guinness

el insomnio me hacía ver las flores de la muerte
creciendo entre la espesa niebla que me rodeaba
una noche me crucé con un chaval llamado Paul Robb
yo iba con la mochila a cuestas por una de las calles cercanas al Liffey
y nos paramos a hablar, fumamos
le conté lo que me pasaba
y me invitó a su casa en Blackrock
un interminable trayecto en taxi por calles
borrosas
y luego una casa confortable aunque desordenada
con jardín trasero (llovía esa noche)
y nos dedicamos a oír música y
a beber cerveza
me dijo que era músico
yo le dije soy escritor
y congeniamos y nos reímos y al amanecer
nos fuimos a ver el mar desde la rocosa playa
cercana a su casa
al otro lado del horizonte debía estar la costa de Gales
cerca de nosotros había una estación del DART
completamente desierta
con las vías del tren perdiéndose en la oscuridad
crecientemente desleída por la luz ensangrentada del amanecer

cuando volvimos a casa muertos de sueño
me preguntó “¿no serás gay?”
y con una sonrisa floja le respondí “no, hombre,
a mí lo que me gusta son las mujeres.”
de modo que se fue a su habitación
(llevándose su ordenador portátil)
y yo me fabriqué una cama con los cojines
del sofá
en el suelo
y caí en un sueño de plomo

al día siguiente me desperté, dudé,
cogí una cerveza de la nevera
y el resto de mi petaca de whisky
y me senté en el jardín húmedo de lluvia en una pequeña mesita de hierro
había un abeto enorme junto a un muro
de hiedra, flores
y, como se dice en inglés “I got fixed”
mientras disfrutaba de unos momentos de paz
melancólica
tan sólo comparables a ciertos pasajes de
música celta
que he tenido el privilegio de oír

(no echaba de menos España
de hecho casi nunca pensaba en España
siempre preferí la lluvia y la tranquilidad
al sol y la crispación
en Irlanda puede que la gente acabe a hostia limpia
pero al menos no grita en los bares
sólo por el gusto de ver quién tiene más
carácter
o más mala leche
allí la gente va a los pubs a comunicarse y a escuchar o tocar música
y no a porfiar por imponer sus opiniones baratas a su interlocutor)





2


Yo tenía un amigo de Burnley, Lancashire
llamado Andy
era profesor de inglés en Écija
(ese agujero infecto)
pero sobre todo era un hombre
al que la bebida
le había destrozado la existencia
perdió a su mujer y perdió trabajos
lo acogí en mi casa como a un hermano
nos bebimos juntos media España
nos follamos incluso a la misma mujer
en Capileira
-una inglesa de nombre Jessica que trabajaba de guía turística-
en dos noches consecutivas
(yo fui el primero)
y un año después
soslayando otras muchas anécdotas
dignas de mayor enjundia literaria
acabó diciendo que todos los españoles
éramos unos cabrones

confieso que ese día casi se me necrosó
la anglofilia hacia la que siempre
me he sentido inclinado

puede que España en conjunto sea una puta mierda
pero es mi país
y lo amo con toda mi mala leche

cuando regresé de Irlanda
hecho un despojo humano
y con caspa de un mes en la cabeza
me dijo: “Ya veo que has triunfado.”

Es el único inglés que he conocido
que hablaba un español perfecto
compartíamos la pasión por los libros
-Orwell, Dylan Thomas-
y la música
y la cerveza
íntimamente se consideraba un fracasado
y en ocasiones no tenía ni la presencia de
ánimo
para hablar con su padre por teléfono
aunque iba a verlo a Burnley por navidad
era un cínico alegre con cara de tristeza
que odiaba a muerte aquel agujero de catetos
donde solían llamarlo “El Inglé”
(en ningún otro sitio he podido verificar personalmente
aquel aserto de Thomas Bernhard
de que los pueblos son la estupidez en mangas de camisa)
pero tampoco hacía nada por salir de allí

a mí me ponía verde
a mis espaldas
pero luego decía que era la única persona
con la que podía hablar

puro pragmatismo anglosajón

era propenso a pegar puñetazos en las paredes
para calmar los nervios
y claro
acababa poniéndonos a todos nerviosos

también daba largos paseos por los alrededores
parecidos a desmontes sembrados de basura
que circundan Écija

ponía música a toda hostia a las 4 de la mañana
y nuestra vecina de abajo era sorda
pero nosotros no

así que una noche
tras insultarnos a mi padre y a mí
la policía lo conminó la largarse
y eso después de tener que decirle que
al menos
se pusiera los pantalones

“¿Todos los sevillanos son igual de hipócritas?”,
le espetó a unos de los policías
con pretendida ironía inglesa

y no le partieron la cara de milagro



3


pero yo andaba por Dublín como por una galería de espejos rotos
de sótanos sucios atiborrados de latas de sidra y cerveza y basura
de grandes almacenes –Dunne´s, Jervis, Ilac Shopping Center,
Stephen´s Green Shopping Center, Moore Street Mall-
abarrotados de gente entrando y saliendo
de vendedores callejeros
pubs
barberías
en la gozosa vorágine de perderse en una ciudad desconocida
sin saber a qué calle te conducirá esa calle
o ésa otra
leyendo los letreros en inglés y gaélico
(Capel Street/ Capel Sráid)
en algún momento de aquellos días me agencié un mapa
que aún conservo
y seguía nadando en océanos de Guinness y whisky Jameson
en los pubs donde mi tarjeta era aceptada

leyendo en alguna parte el Irish Independent
supe de escándalos de abuso de menores en una colegio de curas del condado de Cork
de modelos anoréxicas que contaban su testimonio
y echaban de menos el estofado irlandés de la abuela
que la compañía Aer Lingus cancelaba todos sus vuelos al aeropuerto de Shannon
y que la Iglesia de Irlanda se oponía tajantemente

supuse que debían ser accionistas

no sé qué clase de iluminación andaba buscando
pero encontré océanos luminosos de inspiración
aunque esos días no recuerdo haber escrito ni una sola palabra
las aguas oscuras del Liffey me daban miedo
como una prefiguración de la muerte

encontré una librería cerca del Trinity College
en Dame Street
(cerca había un bar del que me echaron
cuando pedí el 5º Jameson doble
argumentando “You had enough”, algo
a lo que son muy dados en Dublín,
por lo visto. Curiosa mezcla en un país puritano
donde se bebe a matacaballo desde las once de la mañana)
en la que pregunté por las obras completas
de William Butler Yeats
un tocho adorable. No era caro
pero yo no tenía dinero en metálico para pagarlo
y no me fiaba de la tarjeta

podían habérmela retenido en cualquier momento
y entonces sí que hubiera estado perdido

Dublín era una ciudad hermosa y sórdida
dinámica y solitaria por las noches
laberíntica
calles interminables que llevaban a barrios desconocidos
nunca me alejaba demasiado del centro
por si acaso
el Liffey me servía como punto de referencia
las mujeres no se fijaban mucho en mí
un vagabundo barbudo con mochila al hombro
aunque bien vestido
y siempre o casi siempre con una copa en la mano

si hubiese conocido a alguna tal vez mi
suerte
hubiese sido otra
al fin y al cabo Irlanda ama a los poetas
o eso dicen
y yo no era un turista típico
ni siquiera era un turista
era más bien como una sombra fugitiva de sí misma
con los pies destrozados
de tanto andar

el Dublín que vi era muy diferente al de los prospectos
para turistas
se parecía más al que debió ver Brendan Behan
o Joyce cuando se arrastraba por estas calles
pobre como una rata
y resentido contra una ciudad de tenderos hipócritas
y católicos miserables
bajo la férula inglesa

nunca vi el famoso Dublin´s Castle
ni la catedral de San Patricio
pero sí a jóvenes furiosos
bebiendo latas de cerveza por la calle
en una ciudad donde está prohibido beber en público
y fumar en los pubs

qué obsesión con el tabaco

las calles estaban alfombradas de colillas
eran un auténtico mosaico de colillas
había montañas de colillas en los ceniceros públicos
(y gente recogiéndolas; yo mismo lo hice)

pero los jardines eran tan hermosos
Phoenix Park (el más grande de Europa)
era como un bosque

luego supe que allí tiene su residencia
el presidente de la República

madrugadas de vidrio neblinoso y llovizna
peleas de borrachos en Temple Bar
calderilla en los bolsillos del pantalón
despedidas de soltero
de gente que venía desde Inglaterra
para desmadrarse allí

y nunca volví a ver a la joven violinista de Tenerife
que tocaba a Vivaldi
como
los
ángeles

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