El hecho de no cogérsela con papel de fumar a la hora de escribir no excluye el vuelo lírico. Las palabrotas, los tacos, lo soez, lo guarro, el hablar clara y sencilla y llanamente que tanto molesta a los jilgueros del puritanismo no está exento de poesía. Y es que a estas alturas del vuelo, después de cosas como el nazismo, o Irak, o Bush, o las soplapolleces que dicta el papa desde detrás de sus cristales blindados anti muertos de hambre, después de la injusticia cotidiana y ubicua que sufre el hombre en muchas partes del mundo, todavía hay puritanos del lenguaje, defensores de una cierta lírica de la nada, del verso blanco hasta en los artículos de opinión que requieren, por tratamiento y tema, de grado o por fuerza, de un lenguaje más contundente. Todavía hay clérigos de la soplapollez adorando al Cristo de las Buenas Formas, mamporreros del Libro de Estilo, doctores de la lírica a lo Pemán que se escandalizan de que la mejor manera de decir mierda sea precisamente escribiendo “mierda”, y no “las humanas heces”, talibanes literarios para los que un amanecer en la ciudad únicamente puede estar poblado de los gorjeos de los pájaros en el parque mientras la aurora tiene una tonalidad rosácea, al estilo de Homero, y nunca se preguntan cómo ve la cosa esa mujer embarazada que se despierta sin hogar un día más, y encima encima de un charco de sus propios vómitos o de sangre cortesía de la paliza que le han dado cuatro hijos de puta con la cabeza rapada. Sic transit gloria mundi.
En fin, como diría el sabio, hay gente pa tó. Solo que uno se descojona leyendo cartas al director, correos de Internet, blogs de opinión en los que airados lectores deploran y afean el estilo directo libre, sin más, que utilizan ciertos articulistas, poetas, escribidores y demás, porque utilizan palabrotas. Señores, las palabrotas también son hijas del diccionario. Son tan castellanas como “inmarcesible” o “sublime”. Y en la mayoría de las ocasiones no son tan neblinosas ni tan volátiles ni tan inconsútiles. Son palabras. El puritanismo aquí no vale para nada; nunca valió para nada, excepto para dar carta de crédito a la imbecilidad de la corrección política o el pensamiento único, que es lo conveniente para morralla como los políticos en mundo de gente cada vez más desesperada. Y cabreada. Gente a la que se la suda que los pajarillos canten al amanecer o que el vestido de la nieta de Maripuri López del Copón fuese de un blanco níveo. Lo cual que al loro, señorías. Y de paso, léanse el Diccionario Secreto de Camilo José Cela y dejen ya un poco el Diez Minutos como libro de estilo.
No puedo estar más de acuerdo contigo, además las palabrotas nos guste o no pertenecen a la Real Academia de la Lengua. Sabes? si hay una cosa menos me gusta son los textos cuadriculados y aburridos, hiper retocados y faltos de personalidad, esos que no hay quien los lea. Yo opto por la naturalidad de la palabra, es lo que me gusta y engancha.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho leerte.
Muchos besos!
A ver si retomo mis lecturas por blogger que desde que ando subida en la nube del amor, tengo la blogosfera abandonadilla! muaaaac