Son pocas las pasiones que me agitan.
Soy como el roble inmóvil
Que ve morir los pájaros en torno
Mientras cantan las aguas a lo lejos
Y el sol esparce un mosaico de monedas
Sobre la hierba que susurra a mis pies.
Ni el rayo me conmueve
Si estalla una tormenta. Sólo me arranca ramas.
Las casas se derrumban
En una soledad plomiza, oscura,
Y tantos viejos mueren sin memoria,
El fuego del hogar ceniza fría,
Cruces bajo la cínica candidez del cielo. En soledad perfecta
Veo como florece
La escarcha sin cuartel
Cuando el alba es un cuajarón de sangre
Y luz no profanada.
Ese lobo que evita los senderos
Ha de morir sin Dios
A manos del guardián de los rebaños.
Entretanto, la nieve
Va extendiendo su manto:
La blancura total de la locura.
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