Les charmes de l´horreur n´enivrent que les forts!
-CHARLES BAUDELAIRE-
La tristeza es una mujer enferma de cáncer que no quiere vivir
y se mata bebiendo
y pierde los papeles yendo al cuartelillo para denunciarte
por malos tratos
si insinúas que quieres dejarla porque vivir con ella es imposible
y de pronto suena el timbre y dos expeditivos funcionarios
con uniforme y pistola
te dicen que tienes que acompañarlos
y te quedas sin tabaco y sin cordones en los zapatos toda la noche
en el calabozo de la comisaría del pueblo de al lado
hasta que a la mañana siguiente una jueza decide
dejarte en libertad con cargos
y con la orden de firmar cada quince días
en un pequeño juzgado lleno de cagadas de mosca
sin comerlo
ni beberlo
La tristeza es la caspa y los pelos que caen en el lavabo
cada mañana
antes de sentarte a trabajar durante no se sabe cuántas horas
-la literatura es interminable; ahí está la maldición
y la gloria-
sabiendo que a fin de mes no habrá dinero
sabiendo que puede que nunca haya dinero
sabiendo
que tarde o temprano puede que llegue el momento de recoger el equipaje
y buscar otro agujero donde sobrevivir a toda costa
y un trabajo de mierda y ahí te las den todas
y seguir envejeciendo sin esperanza
mientras la familia sigue engordando y algunos comentan
“eso ya lo sabía yo. No podía acabar de otra manera”
a la hora del café
La tristeza es acabar por no querer absolutamente a nadie
excepto al perro
no soportar que nadie toque al timbre ni los ruidos
de la calle
ni los gritos de la imbécil de la vecina cuando sus hijos llegan del colegio
ni las conversaciones en los bares con gente que te considera
una especie de gloria local emergente
ni la mirada inquisitiva de algún guardia civil cuando te lo cruzas por la calle
o entras a comprar tabaco en el bar de la esquina
La tristeza son las moscas en el cajón de la arena del gato
o zumbando sobre el teclado del ordenador
o sobre el cadáver de la rata que te encuentras sobre la acera
al abrir la puerta para sacar la basura
y la carta de un editor diciéndote que se han vendido doscientos tres ejemplares
de tu último libro
y la conciencia de saber que al fin y al cabo
eres tú el responsable último de tu apuesta
y que la culpa de vivir en un país como España
no es tuya
Ah la tristeza
La tristeza
de no saber
a quién cojones
pegarle
un
tiro
cada vez
que te miras
al espejo
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