A thousand kisses deep
-LEONARD COHEN-
Yo no quiero llenarte ni los ojos de estrellas
ni inflamarte las venas con algún para siempre
ni retar a la lluvia con un sol de adjetivos
ni poblar tus retinas con fotos vagabundas
de poeta con fondo de neones y niebla
lo que yo quiero es asperjarte de semen
ese rostro de puta opositora a la nada
antes de que tu miedo te lleve a malvenderte
a algún tonto con baños de azulejos tan blancos
como la medianía trajeada que pueble su cabeza
lo que yo quiero es fuego y sudor y locura
que pueda transmutarse en algo vivo y cierto
quiero un sabor violento a coño empapuchado
gritar como una bestia en la tarde sin alas
y que tus pies pequeños me hagan correrme encima
de la tapicería del sofá de tu casa
qué cumplido que digas qué versos tan soeces
qué cojones/ más guarra y más soez es la vida
pero aún sería peor si uno no blasfemase
con una carcajada harinosa y malévola
en mitad de los más ineptos escenarios
yo no quiero cantar tu melena azabache
tendida en la almohada mientras suenan violines
no quiero comparar tu voz con dulces trinos
de ruiseñor al alba en mosaico de luces
al alba es el camión de la basura
lo único que esparce perfumes inefables
por estas callejuelas levíticas/ tan blancas
antes de qu el tendero empiece a abrir sus puertas
y los del bar de al lado empiecen su trasiego
de cafés para hombres sin alma ni horizonte
yo no quiero una musa que perviva en el tiempo
quiero una mujer guarra/ una obscenidad pura
de adoración sexual entre tus muslos
de diecisiete años mal cumplidos
luego ya tendrás tiempo de emputecerte en serio
en brazos de un formal/ prístino tontopollas
hoy adoro tu carne olorosa y abierta
como una flor impúdica/ peluda/ encenagada
y tus ojos de golfa aprendiendo el lenguaje
o gramática parda que celebró El Maestro
hoy no quiero purísimos ángeles terrenales
sino un sabor salvaje de labios desatados
mientras las viejas tristes van a misa de ocho
en un olor a muerte retestinado y turbio
y a sotana raída donde ha meado el perro
hoy quiero que te tragues mi polla hasta la glotis
y abras el ojete a mis labios que indagan
saboreando lentos la flor de la locura
hoy que le vayan dando a Góngora y a Bécquer
mientras tú te atragantas con los ojos en blanco
y descubres a qué sabe un hombre libre
Intenso y explícito, nadie dirá que no lo dejas claro.
ResponderEliminarYo, infinitamente menos explícita, me limito con pequeñas pinceladas al aire, detrás de las cuales, sin duda, sin embargo, hay mucho de sensualidad sutil y liviana.
AULLIDOS DE MANADA (de mi poemario, capricho de los predicados)
Hay un lobo agazapado
en las sombras que proyecto.
Expectantes latidos,
un fugaz destello en su sonrisa,
un segundo en el que callan los astros...
¡y le descubro!
Toda la sangre de mil eternidades
-jirones de tiempo-
se atropella y precipita;
mana por la herida abierta
-las fauces obedecen a su instinto-
una savia de sueños y futuros
cubriendo cicatrices.
¡Obscenas cicatrices
de otros tiempos y otras fauces!
Consumiéndose a golpes
el corazón bombea
-late, late, late-
mientras corren aullidos de manada.
Se han zanjado las noches en penumbra
entre los velos negros del destino
y una infección , una locura,
corre ya por mi sangre, infectada de lobo
y de aullidos.
He caído en el embrujo
del atractivo oculto de su aliento
y aullo, aullo…
... aullo.
Por cierto
¡¡¡¡FELICES FIESTAS!!!!
Puedo escribir los versos más soeces esta noche...
ResponderEliminarAhora en serio: Bueno, muy bueno. Sobre todo la última frase "y descubres a que sabe un hombre libre". No entiendo de poesía, pero si sé que si un poema no lo rematas se cae. Y éste no se cae, está bien... erecto.
Saludos. Héctor.