Qué exquisitez, qué gracia, qué portento,
qué savoir faire, dicho sin ironía,
qué habilidad para vivir del cuento
dando una conferencia cada día.
Digo a vuesa merced que estoy flipando
con los cuarenta poetas principales,
los de la subvención y repicando:
será que algunos somos subnormales.
Será que será otro mi destino,
otras mis soledades cavernarias;
ya no seré jamás un fiel cretino
del desfile de doctas luminarias
aureoladas de putas y buen vino
a los que el presidente invita a un farias.
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