El camarero
del bar
de abajo
de mi casa
me pide
que no lleve en la solapa
un pin
con la bandera
republicana
porque -dice-
eso le impide -dice que es una provocación-
lamer adecuadamente
las almorranas
de un cliente fascista
que deja buenas
propinas.
Lo que yo decía:
hoy el cielo tiene color
de vómitos
rancios.
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