Para Kela y Amelia
Lentas se van las luces; es demasiado tarde
para una última copa a la salud del sol,
hundido entre grisalla en un cielo que arde,
eterno ejecutante de un monótono rol.
Se van lentas las luces como sangra la herida
en el brazo yaciente de un guerrero postrado,
lentas como metralla en senda retorcida,
lentas como la vida cuando el vals se ha acabado.
Lentas sobre espadañas donde tanta cigüeña
tiene su nido al viento que arrulla a la ciudad
se derraman las luces sobre el risco y la peña,
sobre el río que fluye en sombra y soledad.
Lentas como hojarasca al pie de ese viajero
que cruza los otoños lentamente incendiados
por la soflama insomne del verano postrero
donde ríe la muerte mientras juega a los dados.
Se van las luces sobre las curvas callejuelas,
arrancando oro póstumo a las paredes blancas
de las casas en cuyas puertas barren abuelas
que vieron a los suyos "paseados" por barrancas.
Sobre el mar y sus rocas y sus acantilados
donde rugen las olas y chillan las gaviotas
se van las luces lentas, íntimas como fados,
o como una sonata que se derrama en notas.
Se van sobre las playas solitarias hoy día
donde en noches de luna tú y yo nos desvelamos,
se van sobre los sueños y la melancolía,
se van como nos fuimos todos los que te amamos.
Se van de los salones de escarcha y pedrería
donde no se oyen danzas y sólo las arañas
polvorientas y tristes como bisutería
muestran su decadencia de colgantes entrañas.
Se van en un incendio atrapado en tus ojos,
en la melancolía caliente de tu piel,
en la deflagración de añiles y de rojos
que atrapará en su nube la tarde dulce y cruel.
Se van como la niebla entre torres de piedra
a orillas de algún lago de plata detenida;
fluyen sobre el tapiz húmedo de la hiedra,
sobre el césped dormido como un arpa dormida.
Se van como las notas de anónimas guitarras
que enlazan lentamente una voz de mujer;
se van como la nieve sobre las Alpujarras,
se van como se fueron las sendas del ayer.
Se van pero regresan del reino de la noche
como el amor retorna de su peregrinaje;
regresan, sí, las luces, como un vital derroche
para iniciar de nuevo su circular viaje.
Capileira, septiembre de 2005
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ResponderEliminarJuraría haberte dejado un comentario de esos míos kilométricos y veo que no está. Soy un pato mareado con esto de la informática, y seguro que no dí ni al enter. No voy a intentar rehacerlo, por montones de motivos. Primero, porque restaría toda la espontaneidad a la cosa y segundo, porque no me acuerdo de lo que te escribí, jejeje.
ResponderEliminarA ver, seguro, pero seguro, que te daba las gracias por el detalle y la gentil y elegante delicadeza. Seguro, pero seguro que, además, resaltaba algunos versos. Probablemente pudieran ser éstos:
"se van las luces lentas, íntimas como fados,
o como una sonata que se derrama en notas."
Me encanta el arrebato íntimo y sumido en sensualidad del fado, me arrastra la cadencia de sus notas. Y si no llega con ello, lo de derramarse en ... (cualquier cosa), es, casualidad estética, una expresión que he usado más de un vez y que me sorprende muy gratamente encontrar entre las imágenes con que recreas tus versos. Me ha encantado esa sonata que se derrama en notas.
ES posible que también remarcara estos otros versos:
"Se van en un incendio atrapado en tus ojos,
en la melancolía caliente de tu piel,
en la deflagración de añiles y de rojos
que atrapará en su nube la tarde dulce y cruel.
Se van como la niebla entre torres de piedra
a orillas de algún lago de plata detenida;
fluyen sobre el tapiz húmedo de la hiedra,
sobre el césped dormido como un arpa dormida."
Vuelve a sorprenderme (y a halagarme, todo sea dicho) la casualidad en los encuentros. Mis añiles, rojos y platas... REcurro al paralelismo cromático constantemente -y el añil, específicamente, se me cae a cada instante-. Quiero ver la vida en iris y, aunque los marengos se empeñan en hacer acto de presencia de forma reiterada, me "derramo" en sintonías de color de forma constante, queriendo alcanzar en la policromía de mis imágenes, la quisiera en mi vida. Todo es pura protección y afán de supervivencia.
Seguro que también te dejaba algún regalo y como sé que sí, que te lo dejé, me repito ahora y te dejo ese pequeño poema que ya figuraba en el primer intento -con el que me siento muy contenta por el resultado que obtuve, similar al pretendido- que, melancólico ante ese devenir de la luz, nos deja
LOS PERFILES DEL AIRE
Cae la tarde.
Caen sus velos, lamiendo las aristas
del espacio infinito que la acoge,
como lágrimas del día
que se aquieta y se adormece...
Cae la tarde,
-¡reo es de muerte!-.
Ante la sentencia cruel,
escrita en los lomos de la noche,
se acalla la luz
pero, antes, rinde su última danza
y besa, en un agónico suspiro,
los perfiles del aire.
PD. por cierto, a la tercera, va la vencida. Perdón por haberte dejado el blog lleno de huellas